En el paraje Ismael Sánchez, Formosa, la explotación de una chacra de 50 hectáreas permitió a Eladio Orrábalis criar once hijos y alquilar una casa para que estudiaran el secundario a seis kilómetros, en la ciudad de Ibarreta. Con esa formación, los once consiguieron empleo en Buenos Aires. A dos kilómetros de la casa de Orrábalis está el campo de Argentino Figueredo, un criollo de 46 años. Haciendo las mismas actividades que a los Orrábalis les posibilitaron atender y educar once hijos, Argentino vive hoy al límite de la subsistencia, en un rancho de adobe y paja, sin luz. Debe recorrer mil metros para levantar el agua de un pozo para consumo.
Su hija mayor ya emigró. Romina, de 17 años, interrumpió su educación porque no hay escuela media rural y su padre no puede sostenerla en Ibarreta. El aguanta con su mujer y cinco hijos pequeños en la colonia. Los mayores hacen 10 kilómetros hasta la escuela primaria.
Los pequeños agricultores de Ibarreta viven en vilo por la presión de los productores sojeros y los arrendatarios que buscan quedarse con sus campos.Zulma Ahumada, de 39 años, ya vio irse a dos de sus tres hijos. "El precio del algodón es mínimo y los changos saben que se tienen que ir porque no alcanza. Pero si viene la soja
se tienen que ir porque no precisa brazos", dice.